jueves, 22 de julio de 2010

APOLOGÉTICA DEL PUNTO




Para Juan García Tapia


Sin necesidad de estar en parte alguna, el punto es infinito.

Hecho sólo de sí, confeccionado a partir de los insomnios del instante, el punto es la mejor evidencia del poema.

Ya pudiera la línea someterse a los designios de cualquier Euclides. Ya pudiera desesperar cualquier circunferencia esperando la hilaridad de los espejos. Algunos catetos descansan silenciosamente en la punta de un cuchillo o entre las ansiedades de la pera. Pero el punto es, simplemente, su propia magnitud, su principio y su deslizamiento hasta el nunca-jamás.

Personaje en los delirios de los geómetras, secreción de nuestros sueños, el punto es el espacio fuera del espacio donde se separan la palabra y el silencio; es el lugar que está en ningún lugar, es el sitio que buscan nuestros ojos cuando quieren olvidarse de ser ojos. El punto es una hazaña de la sencillez.

En la continuidad de lo fantástico, el punto es como un cero calzado de números extraños; en él hay un vacío colmado de ansiedad y de oraciones inconclusas por las que el aire pasa, carcajeándose.

Lejos del sofisma, solo, el punto nos aguarda en algún punto de nuestra propia sangre, para recordarnos la dimensión del mar y del suspiro.

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