sábado, 30 de enero de 2016

JABÓN rosa Venus (I)

JOSÉ DÍAZ CERVERA

De repente recibo en mi oficina la visita inesperada de Enrique Martín, quien me obsequia con un ejemplar de su libro más reciente. Platicamos algunos minutos e intercambiamos de manera fugaz algunas ideas sobre la trova yucateca; lo acompaño después hasta el estacionamiento —donde nos despedimos con la promesa de una charla posterior— y regreso al trabajo con muchas inquietudes en la cabeza.
            Pienso en la continuidad y en la renovación de las tradiciones culturales y supongo que es precisamente a través de la dinámica de las mismas que las tradiciones garantizan su permanencia.
            ¿Pero la trova está ahora mismo en un proceso vigoroso de renovación?
            La verdad es que no tengo una respuesta. Me parece que la trova tiene una raigambre meridana y Mérida es ahora muy diferente a la que cantaron aquellos juglares que le dieron forma a una de las manifestaciones más maravillosas de la cultura popular latinoamericana.
            Si consideramos que la sensibilidad humana es un producto histórico que nos hace más o menos receptivos a los estímulos del medio en que vivimos, entonces debemos asumir la posibilidad de que en un tiempo relativamente breve la trova yucateca deje de interpelar a las nuevas generaciones y se convierta en algo absolutamente ajeno para ellos.
            Me pregunto si los versos de una canción como “Flor con alma” estimulan la sensibilidad actual de muchos yucatecos. Aquello de “es meridana, no es casquivana…” parece muy ajeno a todo lo que estimula las sensaciones y las emociones de nuestra época, más aún cuando los referentes de la pasión amorosa tienen componentes muy distintos, y ya no cabe referirse a ellos como en la pieza antes citada: “…y cuando besa / lo hace con alma, / llevando siempre su velo nupcial.”
            (Debo aclarar que me apasiona la trova yucateca, aunque ello no me impide discriminar lo que tiene una calidad musical y literaria de lo que no; en la trova coexisten manifestaciones sublimes con otras realmente deleznables, mas las primeras valen por toda la quincalla. También debo decir que la pieza referida en estas notas me agrada por muchísimas razones, pero fundamentalmente porque a través de ella yo puedo asomarme a la subjetividad de una época y mirarla con claridad sin ser devorado por ella).

            La función expresiva que pudieran tener las referencias al beso y al velo nupcial en “Flor con alma” pueden verse realmente como metáforas vivas a través de las cuales podemos hacer una serie de predicados sobre el amor en la época en la que la pieza fue escrita. Hoy el asunto es completamente diferente y eso lo pude ver con claridad en uno de mis cursos cuando, a través de un ejercicio encaminado a hacer que los alumnos comprendan el mecanismo complejo de la metaforización, una muchacha puso el predicado exacto que —por mucho— define lo que es el amor en nuestros tiempos: “el amor es un jabón rosa Venus…”  

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