ELEGÍA POR UNOS CALCETINES
Miro este calcetín viudo que no entiende la circunstancia de su inutilidad.
Yo ya lo había advertido. Las lavadoras se alimentan de
calcetines: no gustan de la ropa interior, se les indigestan las manchas de
mostaza que usualmente tienen las camisas y mascan los pantalones, pero no los
tragan.
Por eso me apena este viejo calcetín y compadezco su
soledad de pie derecho.
Uno puede perder un brazo, un ojo, un pie: lo que queda
sigue cumpliendo sus funciones imprecisamente doctrinarias; mas un calcetín
solitario es casi una aberración ontológica, un atentado contra cualquier mundo
posible, una anomalía de la naturaleza, el mayor de los infortunios.
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