sábado, 25 de abril de 2015

JABÓN rosa Venus (II)

JOSÉ DÍAZ CERVERA

Cuando analizamos la letra de “Flor con alma”, observamos aspectos muy interesantes en torno a la manera como se proyectaba el amor en la segunda mitad de los años cuarenta del siglo XX, en una Mérida que parece como salida de una postal y hasta cierto punto ajena a muchos de los grandes conflictos de la época (como lo fueron, por ejemplo, la Segunda Guerra Mundial y las matanzas locales que acontecieron algunos años antes en Opichén y en la propia Capital yucateca).
            Esa mujer que iba a las verbenas del barrio de Santiago, y que acudía puntualmente a la capilla de Itzimná cada día 14, tenía —además— el adorno maravilloso de una sensualidad cuyo ejercicio, sin embargo, debía darse única y exclusivamente a través del sacramento matrimonial, simbolizado mediante el velo de novia.
            La sensualidad no secularizada pero presente como parte de los referentes del discurso amoroso de la época, al menos en la canción yucateca, contrasta con la visión contenida en otra pieza de ese tiempo, abiertamente dedicada al gozo erótico: “Bésame mucho”.
            A la luz de la guerra, “Bésame mucho, que tengo miedo a perderte después…” resulta una súplica con implicaciones realmente interesantes, que nos permiten ver un dejo de desesperación en la manera de entender la pasión amorosa, en un mundo convulso que parecía caminar a contra-reloj en todos sus órdenes y que, por tanto, no daba oportunidad al ejercicio prolongado de una seducción y mucho menos a la posposición de los encuentros amorosos, que probablemente no tendrían oportunidad de repetirse.
Herencia de ello, el amor en nuestros tiempos está decisivamente ligado al ejercicio de la sexualidad y ésta tiene sus marcos de referencia, sus tiempos, sus espacios, su simbología y sus objetos significantes, mismos que nos ofrecen los elementos caracterizan al amor en esta época.
            Amor y matrimonio (civil o religioso) ya no constituyen una simbiosis fundamental que liga al primero con aquellos valores que lo han identificado durante décadas; por eso ahora el amor está determinado por otros referentes como, por ejemplo, los jabones baratos de los hoteles de paso.
            Así, al metaforizar el amor a través de una pastilla de jabón, tal y como lo propusiera una de mis alumnas en un curso de retórica, proyectamos un conjunto riquísimo (tanto en riqueza como en ricura) de predicados que nos permiten ir desentrañando la manera en que miramos el mundo así como los contenidos de nuestro universo emocional.
            ¿Podrá la trova ponerse al día con ese cosmos?

          Por lo pronto, espero los días que vienen con una discreta ansiedad, para leer el libro de ensayos de Enrique Martín y refrescar mi propia mirada sobre la trova yucateca.