Porque es innecesaria, porque jamás podrá detener la bala de un sicario, porque es pobre, yo amo a la poesía.
No sé si por ella nuestros ojos ensayan la existencia de los astros; no sé si de sus manos podrán brotar alguna vez palomas y dientes de leche, pero yo amo a la poesía porque me la imagino una mujer de pies pequeños.
Porque viene manchada por el dolor humano, la poesía está preñada siempre por lo que no hemos dicho; yo la amo porque en ella las palabras tienen la fragancia de una cabellera de mujer que sonríe, a pesar de los rigores de un tiempo donde casi todo es basura y mezquindad.
Nadie pide un poema como se pide una manzana, pero todos damos alguna vez una palabra como se da un beso. Y un beso, en el fondo, es algo innecesario para la urgencia de unos ojos que se cierran; por eso la poesía es un arma cargada de presente: en ella está la vida que sueña, en ella está la vida que canta en un aquí constante, en un ahora perenne (como una gota de lluvia detenida en su ascenso hacia la nada).
¿En qué sustancia, en que sal, en qué lustrales humos la poesía aprendió a ser eternamente blanca, tan negra como una piedra hecha de agua, tan transparente como una cadera hecha de agua o tan oscura como un caracol hecho del eco de la voz del agua?
Nadie pide un poema como se pide un vaso de agua, pero todos bebemos en ella el canto de la lluvia.
Mas cuando nos han cancelado el pie derecho, cuando todo es espera, cal, pulmones rotos; cuando el día de mañana es una astilla en nuestros ojos, la poesía destila sus presencias diversas y emprende la suma capilar del tiempo que se resume en el instante, donde todo es un hoy en desamparo.
Nada tiene un principio; el pasado es un sueño; el futuro es una cortina negra que oculta nuestro abismo.
Por eso nadie pide un poema como se pide una sombrilla, nadie pide un poema como se piden unos pies o como se pide una taza de asombro para pasar la noche.
Yo amo a la poesía porque no la necesito; la amo por inútil; la amo, sobre todo, porque en su humildad, ella no necesita de los hombres.
Nadie pide un poema como se pide una mirada, pero todos alguna vez hemos dado una palabra como se da una grieta o como se da un espejo para el sueño o una gota de sangre para endulzar la tierra. Porque es innecesaria, porque jamás podrá detener la bala de un sicario, porque es vieja e inútil, porque es pobre, yo amo a la poesía.
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