viernes, 8 de octubre de 2010

ATRÉVETE A SOÑAR

La televisión mexicana atraviesa en estos momentos una de sus crisis más severas en relación a sus contenidos (esta crisis desde luego no tiene nada que ver con las ganancias exorbitantes que año con año obtienen los dos grandes consorcios del país).
Entre la superficialidad y la ignorancia de la programación, los espectadores quedamos varados en una indefensión que tendría que empezar a ventilarse ante los organismos nacionales e internacionales de Derechos Humanos, toda vez que la televisión, hoy por hoy, nos da un trato infamante a nivel emocional y a nivel intelectual.
Quizá lo más dramático del asunto es que el espectador ni siquiera es consciente de cómo se pisotean sus valores y su entendimiento y, lejos de exigir una programación de mejor calidad, se conforma con la basura que recibe cotidianamente en forma de entretenimiento.
De la manera más abyecta, dos géneros televisivos ocupan el mayor porcentaje de la programación televisiva: las telenovelas y los programas de concurso (algunos de los cuales han convertido en diversión el atentado sistemático en contra de la dignidad de los participantes).
En el caso de las telenovelas, una de las más exitosas ha sido “Atrévete a soñar”, protagonizada por Dana Paola, René Strickler, Vanessa Guzmán y Violeta Isfel. Partiendo de una historia simple y hasta bobalicona, en esta telenovela se cuentan las aventuras de “Patito” (Dana Paola), una adolescente feúcha y ridícula, detrás de cuyos lentes gruesos y frenillos dentales se oculta un corazón noble y limpio que, aun en las peores adversidades, es capaz de encontrar la alegría de vivir.
Desde hace ya por lo menos dos décadas, televisa ha venido preparando a los ciudadanos de esta república telenovelera en que se ha convertido nuestro país. Un elemento central de su estrategia es la barra infantil y juvenil de teledramas a través de la cual se capta a este sector de la audiencia para adiestrarlo en las artes y las mañas de quedar enganchado cinco días de la semana (más los resúmenes sabatinos) y durante por lo menos sesenta minutos, regalando sus emociones y pensamientos a una pantalla que le vende algo que es menos que un sueño y mucho más que un entretenimiento inocente.
La falsa reivindicación del “feo-pero-de-buenos-sentimientos” es una de las peores trampas que nos ponen las telenovelas en la actualidad pues, mientras que en el nivel explícito del discurso se habla de una cosa, en otros niveles discursivos el mensaje es mucho más contundente en sentido contrario (basta ver la estrategia reciente de los noticieros deportivos, los cuales emplean como “reporteras” a mujeres de buen ver, mismas que, en su mayoría, no tienen la menor idea de lo que están diciendo y mucho menos la cultura deportiva necesaria para ser parte de una emisión de esas características).
Durante nueve meses, “Atrévete a soñar” se mantuvo en el gusto de la audiencia a pesar de que la historia es extraordinariamente ridícula, simple y trivial, y de que los trucos para alargarla son dramáticamente absurdos. Esta es una telenovela dirigida a un público adolescente debidamente “fertilizado” por las novelas infantiles y, por tanto, listo para tragarse cualquier veneno.
La fórmula de una canción pegajosa (una especie de himno a la diabetes donde todo es de caramelo y azúcar), unida a una historia de amor desgraciado que busca volverse agraciado, sirven de marco a las peripecias de un grupo de jóvenes en plena pubertad, a los cuales sólo les preocupan la música y el amor (entendido con una superficialidad pasmosa). Es un mundo de caramelo, sin crisis, sin veinticinco millones de personas en pobreza extrema, sin fanáticos que matan inocentes en el metro, sin las amenazas de la drogadicción y el narcotráfico, y donde, en lugar de impuestos y corrupción, del cielo caen dulces. Tomémosle, pues, la palabra a Luis del Llano, y atrevámonos a soñar con justicia social y con gobiernos verdaderamente democráticos, en mundos simplemente suaves, sin curas pederastas y sin consorcios criminales. Tal vez en ese sueño haya lugar también para una televisión que respete a sus espectadores.

2 comentarios:

Pablo Cabañas dijo...

Ese "Patito" era (¿o es?) un horror de concepto, porque no solo era la telenovela, también era "música", coreografía, parafernalia (los mentados lápices con plumas), etc.
El año pasado, cuando mi práctica normalista en mi último año de licenciatura, tuve a algunas chamacas tan fanatizadas con esa paparrucha, con sus lápices "divinas", saludos y vocabulario. Un espanto con esa "Putita", digo, "Patito".

Saludos.

José Díaz Cervera dijo...

Gracias por el comentario y por el saludo.